4 de febrero de 2010

LAS BONDADES DE LA LECTURA


El acto de leer, es sin duda una extensión de la memoria, del pensamiento y de la vista; gracias a ello podemos recordar anécdotas olvidadas por nuestra triste memoria pero siempre frescas y latentes en un viejo diario, podemos acceder al pensamiento de otros, que como nosotros, se detuvieron a buscar respuestas a las interrogantes propias de nuestra vida o bien identificar y distinguir un objeto simple como un viejo disco del grupo que nos enloquecía siendo adolescentes. Leer es un acto de magia que hace desfilar ante nuestros ojos una serie de personajes fantásticos y fascinantes; pero más que eso: leer es un sortilegio que nos hace despertar.
A primera vista, pareciera que leer no es más que un pasatiempo refinado que nada de provechoso puede traernos; sin embargo el hombre que lee es un hombre informado, un ser curioso y un sujeto que, buscando satisfacer su curiosidad se cuestiona a sí mismo y cuestiona el mundo que le rodea. Leer crea hábito y con el hábito, el lector poco a poco se va adentrando en los diversos caminos que la lectura nos ofrece. Al deambular de uno a otro libro, el lector aprende, conoce y descubre cosas, situaciones, historias, mitos, leyendas, tradiciones. Su bagaje cultural se amplía y comienza a acumular lo leído, no sólo en la memoria lectiva, sino también en la memoria emotiva. Claro está, hay tanto que leer que ningún ser humano leerá nunca todo lo que hay escrito. El universo de la palabra escrita es un tejido que se conforma de distintos materiales: literatura, artículos científicos, noticias, leyes, decretos, etc., cada uno con distinto fin pero labrados con la misma materia prima: la palabra.
La lectura involucra distintos procesos, algunos de los cuales se encuentran sólo en ciertos tipos de textos.

Decodificación. Este primer proceso está presente en todo ejercicio de lectura, es la traslación de un simple puñado de signos gráficos a una imagen significativa.
Interpretación[1]. Es la acción de trasladar a nuestro propio pensamiento un contenido. Es decir, comprender significativamente un objeto de interpretación. El proceso de interpretación está íntimamente ligado con lo que somos nosotros mismos, ya que todas nuestras experiencias de vida y bagaje cultural intervienen en nuestra comprensión de las cosas.
Empatía. Este proceso se da en el momento en que nosotros nos vemos reflejados en lo que leemos. En la literatura, la empatía se establece en medida que encontramos cierto parecido entre los personajes y nosotros mismos; por lo tanto este proceso afecta la interpretación del texto leído, ya que los acontecimientos que se suscitan en la historia nos provocan cierta emoción. De ahí que puedan llegarnos a gustar o no ciertas historias.
Evocación. Cuando se lleva a cabo el proceso de empatía, la misma literatura nos puede llevar a un estado de evocación, haciéndonos recordar y revivir emociones y situaciones parecidas a las que se están describiendo en el texto leído.
Sensibilización. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la sensibilización es el Aumento de la capacidad de sentir o experimentar sensaciones. A partir de la lectura sólo se puede llegar a este proceso después de haber experimentado los anteriores: empatía y evocación. Con la constancia del hábito lector, esa manipulación de nuestros sentimientos y emociones se va ejercitando. Así como se ejercitan los músculos con el deporte diario, la sensibilidad se ejercita con la lectura literaria.

Cada tipo de texto cumple una función determinada. Algunos preferimos la literatura, otros la ciencia o los artículos informativos. Al final de cuentas todos son formas de acceder al conocimiento humano, aunque en distinta forma. En la buena literatura por ejemplo, al conocimiento se llega de manera indirecta. Las historias planteadas son un pretexto, el verdadero texto se encuentra en el trasfondo y casi sin darnos cuenta accedemos a él y ampliamos nuestro conocimiento del mundo. El aprendizaje se da de forma no sistematizada pero más significativa, a nivel subconsciente vamos sistematizando y relacionando los conocimientos adquiridos gracias a la literatura. El aprendizaje significativo se da gracias a los procesos de empatía, evocación y sensibilización. Hay que advertir que este sistema de aprendizaje significativo es exclusivo de la literatura; sin embargo son más los beneficios que la literatura nos proporciona, algunos de ellos son los siguientes.

Mayor capacidad crítica
Facilidad de comprensión
Reducción del riesgo de perder la memoria o sufrir Alzheimer, al ejercitar constantemente las neuronas.
Seguridad al dirigirse a otras personas o hablar en público.
Amplía el bagaje cultural.
Amplía el léxico.

A pesar de estos grandes beneficios, leer sigue siendo algo que nos cuesta hacer, quizá porque los métodos con los cuales se pretende encaminarnos hacia la lectura, no sean los correctos. Un hábito sólo se crea con la repetición y el hombre es un ser imitador, los hábitos se crean desde el seno familiar porque crecemos imitando a nuestros padres y miembros de la familia. Desafortunadamente, vivimos en un país donde pocas son las familias que tienen y fomentan el hábito lector. Existen otros discursos cuya absorción implica un menor grado de dificultad: la televisión, los videojuegos, computadoras, etc. Es imposible y absurdo competir contra ellos, la solución no está en satanizar dichos medios sino en complementarlos. La lectura implica mayor dificultad porque precisa un esfuerzo físico e intelectual superior al requerido por otros discursos, es un ejercicio que se realiza generalmente en soledad y en mucho más tiempo. Pero divertirse leyendo una buena historia o poesía, y además beneficiarse con todas sus bondades, ¿no valdrá la pena llevarse un libro a la cama antes de dormir y soñarnos protagonistas de nuestros más bellos sueños?

[1] Según la enciclopedia electrónica Wikipedia, Interpretar es el hecho de que un contenido material, ya dado e independiente del intérprete, es “comprendido” y “expresado” o “traducido” a una nueva forma de expresión, considerando que la interpretación “debe” ser fiel de alguna manera al contenido original del objeto interpretado.

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