26 de abril de 2021

PARA CELEBRAR LOS 200 AÑOS DEL NACIMIENTO DE CHARLES BAUDELAIRE



 

Escrito por el Dr. Ricardo Cuéllar Valencia


Charles Baudelaire (París, 9 de abril de 1821- París, 31 de agosto de 1867) es el fundador de la poesía moderna, en prosa y verso, de la crítica moderna de pintura y el primer lector esclarecido y traductor al francés de Edgar Allan Poe y autor de un trabajo sobre el norteamericano que le permite establecer las afinidades entre los dos escritores de manera sustantiva y decisiva para la propia poesía moderna.

Antes que los movimientos de vanguardia de los siglos XIX y XX Baudelaire veía las relaciones entre la danza, la música, la pintura y la poesía. En su temprano texto La Fanfarlo, publicado en enero de 1847, escribió: “Sólo a aquellos a los que la música proporciona ideas pictóricas pueden comprenderme. La danza puede revelar todo lo que de misterio oculta la música, y tiene, además, ser humana y palpable. La danza es la poesía con brazos y piernas; es la materia, graciosa y terrible, animada, embellecida por el movimiento”. La crítica literaria y pictórica desde principios del siglo XX ha enriquecido estas apreciaciones del poeta francés.

EL POEMA EN PROSA. Desde Horacio hasta Boileau se entendió la relación contenido-forma como algo indisoluble. La forma debía ser adecuada al contenido; el contenido debía corresponder a la forma elegida. Horacio afirmaba que las formas habían sido establecidas de acuerdo a los temas de la comedia, la tragedia, etc., según había indicado Aristóteles. Boileau escribió en el siglo XVIII: “Que siempre en cualquier tema que se trate, sea divertido o elevado, se hermanan el recto sentido y la rima… la rima es una esclava y no tiene más que obedecer”.  A fines del siglo XVIII varias doctrinas literarias románticas no sólo contra el inquisidor poder de la razón (loado por Boileau: “Amad la razón”) si no que entienden la necesidad de la destrucción de la pareja forma y esencias poéticas. De suerte que cada una seguiría su camino en tanto triunfa la idea de que la poesía no se reduce a ninguna forma previamente establecida por la retórica. En especial la historia de la lírica francesa da cuenta de su “constante esfuerzo por destruir los marcos tradicionales de la poesía y abrir nuevos cauces expresivos: anulación de las reglas clásicas, de la métrica y la rima, destrucción de la construcción “noble” del estilo poético y de la lógica gramatical común” (J.A. Millán Alba).

Millán Alba apoyado en los estudios de S. Bernard sobre el poema en prosa, desde Baudelaire hasta nuestros días, destaca cinco principales rasgos que en Francia lo hacen un género literario:

1. Necesidad de “encontrar una lengua” (Rimbaud) original que responda a las necesidades del lirismo moderno, en tanto se trata de dejar atrás el mundo de lo celestial.

2. Voluntad deliberada de hacer poesía en prosa, lo cual obliga a delimitar las fronteras entre ésta y la prosa poética, y conllevaría, por lo tanto, la creación de unas “formas” inherentes al género, todo lo fluctuantes que se quiera, pero, a la postre, codificadas como literatura. Voluntad, por tanto, de construcción de un poema.

3.  Principio de la “unidad orgánica” del mismo, en virtud del cual el poema en prosa se concibe como un universo cerrado en el que todas sus partes contribuyen a su conformación como poema y sólo como tal.

4. “Gratuidad” del mismo, en el sentido de que sus distintos fines -narrativos, descriptivos, reflexivos- no trascienden el poema en prosa.

5. Brevedad; y brevedad sintética, por lo cual quedarían por fuera de su ámbito los largos desarrollos tanto narrativos como poéticos.

Baudelaire, fundador moderno del poema en prosa reconoce a Aloysuis Bertrand (20 de abril de 1807 en Ceva, Piamonte, Italia - 29 de abril de 1841 en París) como el iniciador del género y dice en la dedicatoria a Arsène Houssaye (28 de marzo de 1815 - 26 de febrero de 1896, novelista, poeta y literato francés) publicada en 1862, “se me ocurrió la idea de intentar algo parecido”. Lo que Bertrand había logrado en Gaspar de la Noche “aplicado a la vida antigua”, nuestro poeta desea llevarlo “a la descripción de la vida moderna y más abstracta, es decir, a un tipo de vida dentro de la sociedad moderna, fecunda como París en “asuntos poéticos y maravillosos”. La modernidad de Baudelaire es urbana, cuya realidad se expresa en dos órdenes: 1. La realidad cotidiana de la ciudad: las multitudes, parques y jardines, los tejados y buhardillas, las luces de cafés y cabarets y 2. La diario realidad de los personajes, “sometidos por el imperio de lo cotidiano, con su enorme fuerza y sus requerimientos, tan apremiantes” (Millán Alba), de los parias y solitarios trashumantes, donde se establece en mundo de la diferencia y el sórdido aislamiento. Se trata del surgimiento de la conocida poesía urbana.

Es necesario destacar que lo indicado es la parte objetiva, aquello que unifica los poemas en prosa de Baudelaire. La subjetivo, que también unifica los textos se puede entender en la definición que el poeta escribió sobre el arte: “una magia sugerente que contiene, a la vez, al sujeto y al sujeto, al mundo exterior y al artista mismos”. En este planteamiento baudelairiano Millán Alba reconoce la innovación fundamental del escritor francés para la lírica moderna al proponer y lograr la “fusión del paisaje interno con el externo”, preexistente, anota el investigador, en Víctor Hugo y en Nerval, pero, ahora, elevado a un rasgo estético. Este es un avance decisivo para los surrealistas saltar al “dominio del paisaje interior del sueño”. Tema que amerita tratamiento especial.

Recuérdese que “poemas en prosa” se llamó a algunas novelas y epopeyas del siglo XVIII, frecuentadas en prosa poética, teniendo como modelo el Telémaco (sátira de la era barroca, escrita en 1695 o 96 y publicada entre 1699 y 1717) de Fenelón, obispo aristócrata francés que se ocupa en esta obra de la historia del hijo de Odiseo, cuyo fin literario del escritor era el de educar.

Pero es con Aloysius Bertand como bien lo demuestra Millán Alba con quien el poema en prosa logra su configuración literaria. Aloysius Bertand funda una “Estética de la sugerencia” que será determinante en el tratamiento del género que lograrán más tarde Baudelaire, Lautréamont y, principalmente Mallarmé. Cuatro son los aspectos que caracterizan la “estética de la sugerencia”. Como sigue los enuncia Millán Alba:

1. La aplicación del postulado por el cual la sugerencia procura mayor fuerza expresiva que la expresión total y directa.

2. Favorece una economía de medios que redunda en favor del carácter sintético del poema.

3. Obliga a una conciencia estética muy acusada: el poema en prosa ha de ser construido; y su arquitectura radica en el valor concedido a la palabra. Para Bertrand, como más tarde para Mallarmé, el acento expresivo recae sobre los términos y sobre su poder de sugerencia (consideración, por tanto, prioritaria del sentido y lo sonoridad del término); sobre el lugar que ocupa en la frase y, finalmente sobre las relaciones que mantienen entre sí.

4.Tiende a suprimir los períodos de transición entre las distintas fases de la acción y a potenciar los silencios (espacios en blanco) entre las distintas estrofas.

LA IDEA DE BELLEZA. Baudelaire no creía en la inspiración romántica. Con una visión completamente diferente y nueva se refiere al “trabajo continuado” y opone a la contemplación pasiva el “contemplar con alma de fuego” (Bachelard) dado que entendió el oficio como como “el ejercicio constante de la voluntad y de la asidua nobleza del propósito”. Alucinado y visionario supo crear para su uso un “jardín de belleza auténtica”. En “Himno a la belleza” Baudelaire concibe la belleza nacida de un doble movimiento: como algo celeste o emergente del negro abismo; su mirada de la belleza le permite establecer otra dualidad, la del ocaso y la aurora. Retoma la tradición y la redefine. Para Baudelaire no es como para su contemporáneo, Chateabriand, un “ideal moral”, o la fecunda unión “de lo grotesco y lo sublime” como la concibió Víctor Hugo. El autor de las “Flores del mal” la observa en el Destino y el Azar, allá va “sembrando el azar, el desastre y el júbilo. La belleza que descubre al poeta “todo lo gobierna sin responder a nada” y se burla de los muertos que pisa. De sus joyas el Horror, de sus dijes el Crimen, ese que “danza lleno de amor en tu vientre orgulloso.” La belleza, también vive allí donde el amante jadeante “parece un moribundo que acaricia su tumba.”

En fin, proceda del cielo o del infierno, la Belleza es un “monstruo enorme, ingenuo y espantoso”. Ángel o Sirena. Por ella el mundo es menos feo y el tiempo menos largo”. Muda, soberbia y humilde la belleza habita en los insólitos paraísos terrestres y su presencia constante sale de los espacios sórdidos de la ciudad, de los lugares secretos o públicos donde se comete el crimen o aparece en su íntima realidad el horror. Octavio Paz, a partir precisamente de la redefinición de Baudelaire entiende lo que es el horror y vale, por su precisión, la cita: “No en valde Baudelaire dice que su espíritu ha sido hechizado por el vértigo. El horror es un vértigo, un vacío: sentimos un mareo y nos desplomamos. El horror es la caída, en el sentido teológico de la palabra. Nace con la sorpresa, es un asombro ante algo -ser u objeto- que nos espanta. Así, uno de los ingredientes del horror es lo insólito, lo nunca visto. El horror nos inmoviliza porque está hecho de un sentimiento contradictorio: espanto y seducción, repulsión y atracción, el horror es una fascinación…El horror es la inmovilidad, el gran bostezo del espacio vacío, es la matriz femenina y el agujero de la tierra, la Madre universal y el gran pudridero, el Cero y su doble faz, la del nacimiento y la de la aniquilación. Ante el horror no nos queda el recurso de la huida ni el del combate sino la adoración o el exorcismo.” En los dos extremos vivió el espíritu de Baudelaire. La belleza baudelairiana nace de lo real como elemento exterior o construcción imaginaria de nuestro ser consciente. El poeta escucha y observa el devenir y el acontecer de la vida humana, donde la muerte -esa trabajadora infatigable de la que hablara Lucrecio- ejerce sus oficios, por ejemplo, en la plaza, en el lecho del amante o del moribundo.

Más que una simple dualidad Baudelaire comprende lo bello como una correspondencia entre el loado cielo de la tradición y los espectáculos presentes de la tierra. Le interesa la belleza absoluta, pura, aquella que “se manifiesta por el éxtasis del alma en absoluto ajena a las pasiones”, pues estas no son más que “la embriaguez del corazón, y de la verdad, que es el pan del intelecto.” En este sentido, alejado del romanticismo imperante en su época, señala que “la sensibilidad del corazón no es absolutamente favorable al trabajo poético. Una extrema sensibilidad del corazón puede llegar a anularla.” Para Baudelaire “sólo la imaginación contiene a la poesía”. Y dado que la imaginación es de naturaleza diversa, ésta “sabe elegir, comparar, huir de esto y buscar aquello; todo con rapidez, con espontaneidad.” De la correspondencia entre lo trascendente (infinito) y lo terreno nace la belleza que descubre Baudelaire al observar con su espíritu de fuego hacia adentro y hacia afuera, ese espacio que es la vida humana “a lo largo del desierto de la historia.”

El poeta Charles Baudelaire no busca mejorar o enseñar nada y menos encontrar la verdad en una sociedad “narcisista” que se empeñaba en alabar a “Monseñor progreso y a la muy poderosa doña Industria.” El poeta que pretende conseguir un fin moral, con ello disminuye su fuerza poética; no será arriesgado apostar que su obra será mala.” Y agrega: “la poesía no puede, a riesgo de morir o de desviarse, asimilarse a la ciencia o a la moral; no tiende a la Verdad como objetivo, no se tiene sino a Ella misma.” El poeta parisino piensa y escribe a mediados del siglo XIX sobre la estética en un mundo dominado por el naturalismo, ciertos remedos del romanticismo y algunos anuncios del simbolismo. La crítica literaria era ejercida por Charles Agustín Sainte-Bauve, quien buscaba la intención poética y las cualidades personales de tal o cual escritor para explicar su obra e Hippolyte Taine, teórico del naturalismo.

Nuestro poeta y pensador expuso sus ideas estéticas, especialmente sobre la pintura que observaba en los salones y exposiciones. Entendió que el goce estético tiene algo de “eterno” y “transitorio”, de “absoluto” y “particular”, es decir, que la belleza se expresa de formas distintas. Además de tener un origen individual “lo bello es siempre raro”, pensó, de acuerdo a las costumbres, los hábitos de los pueblos y del temperamento de cada artista. Defendió la libertad de creación y advirtió lo difícil de la creación.

Observó los vasos comunicantes entre la pintura y la poesía: “Igual que nuestro Eugenio Delacroix, que ha sabido exaltar su arte a las cumbres de la gran poesía, Edgar Poe siente complacencia porque sus figuras se mueven sobre fondos violáceos y verdosos, donde se acusan los tonos fosforescentes de la podredumbre y el olor de la tempestad.” Baudelaire comenta con lúcida agudeza a Coubert, Guys, Brummel, Manet, Delacroix, entre otros pintores y caricaturistas de su tiempo. Él mismo fue un buen dibujante.

Es necesario destacar que Baudelaire comprendió que la correspondencia universal significa perpetua metamorfosis, que una metáfora es metáfora de otra, por ello pudo escribir: “no es sorprendente que la verdadera música sugiera ideas análogas en cerebros diferentes; lo sorprendente sería que el sonido no sugiriese el color, que los colores no pudiesen dar una idea de una melodía y que los sonidos y los colores no pudiesen traducir ideas; desde el día que Dios profirió al mundo como una indivisible y compleja totalidad.”

El poeta y pensador Baudelaire sabía, lo escribió en varias ocasiones, que el acto de descifrar la realidad era cifrarla de nuevo. De ahí su insistencia en señalar la poesía como un lenguaje que se vasta a sí mismo; lenguaje que implica el poeta y al lector, estos, ha escrito O. Paz, no son sino dos momentos existenciales del lenguaje: “Si es verdad que ellos se sirven del lenguaje para hablar -anota Paz- también lo es que el lenguaje habla a través de ellos.” Hoy entendemos, con Marx, que la totalidad -lo concreto- es una unidad de lo diverso y al hombre, no lo entendemos como una identidad en sí mismo sino como un YO dividido, escindido, según Laing. De ahí la precisión de Paz: “La poética de la analogía sólo podía nacer de una sociedad fundada -y roída- por la crítica.” La analogía en tanto se funda en relaciones de semejanza entre cosas distintas, no es más que una estética de las correspondencias. Y el maestro revelador es Baudelaire, cuyos aportes fueron decisivos para apreciar y entender la poesía moderna y contemporánea.

Nos quedan varios aspectos de la poética baudelairiana en el tintero que no tocamos por los límites que nos imponemos, pero que con lo que hemos indicado logramos destacar lo esencial de la poética de nuestro Charles Baudelaire.


No hay comentarios:

google888e13a893acf05c.html

google888e13a893acf05c.html